Érase una vez una niña llamada Clara. Ella tenía los ojos azules y llevaba gafas. Su pelo era marrón, era alta y de piel blanca, y llevaba puesto un vestido rosa. Vivía en Blancoalto, un pueblo que estaba en el campo y allí tenía muchos amigos.
En el patio del colegio había un banco en el que a Clara le gustaba sentarse porque solían posarse los pájaros. Todos los días les llevaba un trozo de pan para que se lo comieran.
Un día, cuando Clara salió del colegio y llegó a su casa, su padre le dio una mala noticia. Había encontrado un trabajo en la ciudad de San Martin y tenían que marcharse a vivir allí. Ella nunca había salido del pueblo, le gustaba mucho el campo en el que todos los días paseaban, jugaban, etc y también estaba muy a gusto en la escuela con sus maestros.
Al día siguiente, en el patio del colegio, Clara comentó a sus amigos y maestros que tenía que mudarse a San Martín y les prometió que vendría a verles todos los fines de semana. Ellos le respondieron que le harían una fiesta de despedida y cuando entraron a clase empezaron a planear la fiesta. La maestra les dijo a todos los niños y niñas que cortaran un trozo pequeño de papel y escribieran su nombre, lo doblaran y lo pusieran dentro de una bolsa en la mesa de la maestra. Cuando estuvieran todos, que sacaran un papel cada uno y tendrían que comprar un regalo al compañero o compañera que les tocara. A todos les gustó el juego.
Clara nada más llegar a casa contó a sus padres lo que había ocurrido en clase y a sus padres les pareció muy bien.
El día elegido para la fiesta, después del recreo, juntaron las mesas y empezaron a intercambiar los regalos. Cuando terminaron el juego, la maestra preguntó a todos si les habían gustado los regalos de sus compañeros. Después llenaron las mesas de chuches, bocadillos, etc. El día les pasó muy rápido, llegó la hora de irse a casa y se despidieron de Clara y le dijeron que la querían mucho. Clara se acostó ese día pensando en sus amigos y en cómo serían los niños de San Martín.
Por la mañana temprano se fueron a San Martín, vaciaron las maletas y organizaron la casa. Al día siguiente tenían que llevar a Clara a su nuevo colegio, le presentaron a las maestras y a sus compañeros de clase. En la clase había niños que la aceptaron y otros que le hacían la vida imposible.
Un día un niño le puso la zancadilla porque llevaba gafas, cayó al suelo y se le movieron los dientes. Al principio pensó que el problema se solucionaría solo, pero pasaba el tiempo y los dientes seguían igual de torcidos. Entonces su madre decidió llevarla al dentista, que le dijo que tenía que ponerse unos aparatos. A Clara no le gustaban los aparatos y sabía que si ya la insultaban por las gafas, con los aparatos sería aún peor. Pero no tenía más remedio que ponérselos para que sus dientes se le pusieran bien. Además, los aparatos le molestaban mucho tenía que cambiar cada día las gomillas.
Así iban pasando los días, con las burlas de algunos niños, y ella no se encontraba a gusto y echaba mucho de menos a sus amigos y su pueblo. Ella les escribía cartas y esperaba ansiosa sus respuestas. Clara estaba siempre deseando que llegara el fin de semana para poder ir a Blancoalto. Cada vez que iban al pueblo volvía muy contenta, sus amigos le daban fuerzas y ánimos para seguir adelante.
Poco a poco los niños de San Martín la iban conociendo mejor y cada día la aceptaban un poco más. Así llegó el día en el que quitaron el aparato, los dientes le quedaron muy bien. Los niños dejaron de burlarse de ella y se hicieron amigos. Poco a poco también Clara fue encontrándose a gusto en San Martín, aunque nunca olvidaba a sus amigos de Blancoalto.
TITULAR Una niña de pueblo
AUTOR Estela Bermejo Moreno
COLEGIO Adersa VI Campofrío
CURSO 1º ESO
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